QUE SERA DE NUESTRO FUTURO?
¿Qué será de nuestro futuro?
El siglo XX aparece como la gran paradoja entre el extraordinario desarrollo científico y de los medios de comunicación y por el otro una catástrofe política-social de violencia premeditada y sostenida y una caída de los valores éticos y morales.
Ser testigo del desarrollo científico de la última parte del siglo XX es estimulante. Pero algo aparece como paradójico: la violencia que no tiene precedentes históricos, la crueldad que ha sido institucionalizada y sostenida. Se calcula que en el siglo XX, 167 millones de personas han muerto, víctimas de la violencia. Según el libro Fuera de Control, “la sociedad es un avión en piloto automático, con una velocidad de aceleración progresiva y sin rumbo o destino bien definido”. Sin tiempo para pensar, sin tiempo para meditar, sin tiempo para valorar lo que está bien o lo que está mal.
Al comenzar el siglo XXI tenemos dos vertientes extremas como consecuencia de la sociedad tecnificada: Un mundo desbocado, sin un destino claro y una fuerza reactiva de los jóvenes, confusa y aislada, pero víctima de una sociedad de consumo. En los dos casos faltan valores éticos y responsabilidad.
¿Cómo puedo razonar para hacer un poco de silencio y decir: cómo hago para devolver a los otros lo que hicieron por mí? Es necesario hacer un balance para un mundo acelerado y actividad para un mundo paralizado.
Dice el sociólogo argentino Mario Rabey: “La ciencia y la tecnología han hecho aportes para la humanidad pero el hombre común, el campesino, el herrero, el carpintero, el albañil, el tejedor, el artista, construyeron en forma anónima grandes monumentos; catedrales góticas, crearon obras musicales fantásticas, forjaron todos los mitos, leyendas y cosmogonías. El hombre del siglo XXI puede contemplar extasiado estas máximas bellezas de la humanidad.
En la actualidad nos encontramos navegando aceleradamente y sin rumbo por la red de Internet y los avances de la ciencia; la incógnita que surge es: ¿podremos admirarnos dentro de dos siglos cuando miremos las obras de la tecnología actual de la misma manera que hoy sentimos admiración pero de las obras que construyeron las personas que tenían tiempo para pensar, meditar, etc., como lo hacían los antiguos?
Se ha producido una crisis en la conciencia de la gente que se manifiesta, esencialmente, en una gran dificultad instaurada para establecer la diferencia entre el bien y el mal. Esta conjetura ligada a la acción humana se traduce en hechos que destruyen la humanidad en sí misma, ya no le interesa cuanto mal o bien realiza si no existe una diferencia marcada por los valores fundamentales que toda sociedad debe tener.
Dra. Cecilia Renna
El siglo XX aparece como la gran paradoja entre el extraordinario desarrollo científico y de los medios de comunicación y por el otro una catástrofe política-social de violencia premeditada y sostenida y una caída de los valores éticos y morales.
Ser testigo del desarrollo científico de la última parte del siglo XX es estimulante. Pero algo aparece como paradójico: la violencia que no tiene precedentes históricos, la crueldad que ha sido institucionalizada y sostenida. Se calcula que en el siglo XX, 167 millones de personas han muerto, víctimas de la violencia. Según el libro Fuera de Control, “la sociedad es un avión en piloto automático, con una velocidad de aceleración progresiva y sin rumbo o destino bien definido”. Sin tiempo para pensar, sin tiempo para meditar, sin tiempo para valorar lo que está bien o lo que está mal.
Al comenzar el siglo XXI tenemos dos vertientes extremas como consecuencia de la sociedad tecnificada: Un mundo desbocado, sin un destino claro y una fuerza reactiva de los jóvenes, confusa y aislada, pero víctima de una sociedad de consumo. En los dos casos faltan valores éticos y responsabilidad.
¿Cómo puedo razonar para hacer un poco de silencio y decir: cómo hago para devolver a los otros lo que hicieron por mí? Es necesario hacer un balance para un mundo acelerado y actividad para un mundo paralizado.
Dice el sociólogo argentino Mario Rabey: “La ciencia y la tecnología han hecho aportes para la humanidad pero el hombre común, el campesino, el herrero, el carpintero, el albañil, el tejedor, el artista, construyeron en forma anónima grandes monumentos; catedrales góticas, crearon obras musicales fantásticas, forjaron todos los mitos, leyendas y cosmogonías. El hombre del siglo XXI puede contemplar extasiado estas máximas bellezas de la humanidad.
En la actualidad nos encontramos navegando aceleradamente y sin rumbo por la red de Internet y los avances de la ciencia; la incógnita que surge es: ¿podremos admirarnos dentro de dos siglos cuando miremos las obras de la tecnología actual de la misma manera que hoy sentimos admiración pero de las obras que construyeron las personas que tenían tiempo para pensar, meditar, etc., como lo hacían los antiguos?
Se ha producido una crisis en la conciencia de la gente que se manifiesta, esencialmente, en una gran dificultad instaurada para establecer la diferencia entre el bien y el mal. Esta conjetura ligada a la acción humana se traduce en hechos que destruyen la humanidad en sí misma, ya no le interesa cuanto mal o bien realiza si no existe una diferencia marcada por los valores fundamentales que toda sociedad debe tener.
Dra. Cecilia Renna
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