Las luchas por los Derechos Humanos

Las luchas por los Derechos Humanos

Desde la Primera y Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días se han cometido una gran cantidad de hechos aberrantes contra la humanidad.

Fue a raíz de genocidios como los 20 millones de muertos que dejó la Primera Guerra Mundial, y los hechos que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra, de la cual los más conocidos o nombrados son el Holocausto, la masacre sufrida por el pueblo chino a mano de los japoneses, el asesinato de casi 9 millones de personas en Rusia por parte del ejercito alemán y las bombas nucleares arrojadas sobre Japón, lo que llevaron a reflexionar (si bien ya se lo venía haciendo) sobre la elaboración de un texto, de un pacto que garantice el derecho a una vida digna para todos los seres humanos del mundo.

Es así que para bregar por estos derechos, el 24 de octubre de 1945 se ratificó por cincuenta estados la Carta de Fundación de las Naciones Unidas, quien luego, en el `48, aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Es importante dejar en claro que no sólo en la guerra son avasallados los derechos humanos, ni siquiera es algo exclusivo de los gobiernos totalitarios. Durante épocas de paz y en países donde supuestamente reina la democracia, también se cometen a diario actos que van en contra de los derechos humanos, y no es necesario buscar demasiado lejos para comprobarlo, podemos verlo en nuestro entorno inmediato, prestando atención incluso a nuestro propio accionar, a nuestros propios prejuicios.

Los prejuicios, esos de los que casi ninguno de nosotros está exento, como víctima o victimario, también atentan contra los derechos humanos, ya que estos prejuicios llevan a la discriminación ¿Quién no se sintió discriminado alguna vez por algún motivo o quién no discriminó a alguien en algún momento de su vida?

Estos actos atentan gravemente contra los derechos humanos, quizá no tan al extremo como se lo hace durante una contienda bélica, pero en lo cotidiano, en el diario vivir, se tornan muy sutiles y se disfrazan a veces de “chistes”, “avivadas” o “creencias” que de tan frecuentes se tornan en pautas culturales muy fuertes, difíciles de desarraigar.

Por ejemplo, cuando emitimos una opinión sobre algún grupo social, género humano, fisonomía, etnia, creencia, o incluso contra instituciones, diciendo que son “sucios”, “malos”, “irresponsables”, “vagos”, “ignorantes”, o cualquier otro tipo de adjetivo descalificativo, estamos haciendo un juicio de valor negativo y generalizando, lo cual es un claro signo de que tenemos prejuicios sobre un determinado grupo.

Cuando vamos a una tienda de ropa o calzado y no encontramos nuestra talla por no poseer las medidas que esta sociedad establece como parámetro de lo “normal”, estamos siendo víctimas de la discriminación y se está atentando contra nuestros derechos.

Cuando compramos algo y nos estafan, ya sea por parte de un particular o de un comerciante. Cuando vamos a buscar un trabajo y no se nos otorga porque no respondemos físicamente a lo que la sociedad de consumo establece como “lindo”, estamos siendo víctimas de la discriminación. Cuando no te dejan entrar en un boliche estás siendo víctima de la discriminación. Cuando no podés subir a un colectivo o movilizarte con normalidad por la ciudad o en edificios públicos o privados porque tenés una capacidad diferente, cuando en tu propio hogar se te agrede física o psicológicamente por ser mujer o menor de edad, cuando los sistemas educativos no logran contener al estudiantado, cuando desde el gobierno no se garantizan las condiciones de vida digna para el pueblo, cuando no te dan trabajo por ser extranjero, cuando te insultan o apodan por características físicas, religiosas, sexuales, sociales, culturales, ideológicas, etc.

Ante todo este tipo de actos, estás siendo segregado, discriminado, agredido y se te están negando tu derecho a ser diferente, a tener tu propia identidad, se te están negando tus derechos más básicos. Se están avasallando tus derechos humanos.

A veces nos envalentonamos y juzgamos duramente a personas o países que han cometido hechos atroces, y quizá se lo merezcan, pero toda toma de conciencia debe comenzar por nosotros mismos, por nuestras propias miserias porque quizá a diario estamos cometiendo injusticias, quizá “pequeñas”, pero que no por ser “pequeñas” dejan de serlas. Recordemos lo que dijo alguien alguna al recordarnos que siempre vemos la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio.

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