ETICA Y TOXICOMANIA

Ética y Toxicomanía
por Gladis Martínez
La paradoja de un objetoEn primer lugar quisiera decir que hablar sobre toxicomanías en una ciudad del interior de la provincia me sorprende un poco, realmente pienso o confirmo que estamos en un mundo donde la góndola de preocupaciones parece igual en todos lados, supongo que la toxicomanía no debe ser el problema más grave de la salud mental o social en esta ciudad.
En la ciudad de Paraná, donde desarrollo mi práctica y donde aparece o se registra seguramente la mayor demanda de atención por consumo de drogas ilegales, a través de mi experiencia podría asegurar que tampoco es éste el mayor problema de la salud mental, aunque sí figura como uno de los más importantes o quizás el más, en la agenda de cualquier político, en las discusiones televisivas, en algunos discursos religiosos, y por qué no entre los miedos más frecuentes de cualquier madre o padre en relación con su hijo.
También siempre me surge la pregunta, la duda de si estos encuentros sobre el tema no terminan siendo una propaganda encubierta por las buenas intenciones de quienes nos reunimos aquí. Agregado a esto, durante mucho tiempo y aún hoy se cree, que el consumo de drogas estaba ligado a la falta de información: "no sabía que estaba consumiendo", "no saben que les hace mal", etc.
Otra cosa que quiero apuntar, no sé si a la mayoría de los que trabajamos con consumidores de drogas y toxicómanos les ha pasado lo mismo, es que el primer impacto, el primer encuentro con los consultantes produce un efecto parecido al de la manía: no poder parar de hacer, de hacer por el que aparece pidiendo ayuda, que generalmente no es el que consume.
Así también este trabajo de distinción entre el consumidor y el toxicómano, drogadependiente o adicto genera un alto grado de rechazo, cuando lo hago en público o en el trabajo cotidiano con jóvenes y con padres. Y digo trabajo porque esta distinción no estaba, por lo menos en mí de entrada, al comienzo.
Entonces ya podría puntualizar algunas características que me gustaría poder desarrollar sobre "la droga" y "la toxicomanía".
En primer lugar la "droga" aparece tanto en el discurso social, como también en algunos consumidores y en los toxicómanos como objeto capaz de velar una cantidad de problemas sociales y personales: violencia, desgano, delitos, desocupación, etc. que permite mantener una ética de inocencia, del "alma bella", para decirlo con palabras de Hegel, de la que todos participamos de alguna manera y haciendo uso diverso de este objeto. En la "droga" se cae, no se permite la idea de una cierta elección, se empieza por el alcohol o la marihuana y se termina en vaya a saber qué, la muerte... Indudablemente que esta muerte preanunciada denuncia una verdad, la muerte del sujeto por haber caído en las redes de este objeto sin salida que propone el discurso social de la droga. El sujeto se convierte en objeto del objeto que consume, un objeto vampirizado capaz de devorar a este sujeto. De este modo se habilita la eximición de un sujeto llamado a pedir cuentas, arrojado a una posición de responsabilidades, a la urgencia de decidir en los momentos de indecisión.
- "robé porque estaba drogado"- "se droga porque es pobre"- "se droga porque tiene problemas en la familia"- "está zarpado porque se droga"- "yo le di todo y se droga"- "se droga porque los padres son separados"- etc., etc.
Entonces la droga viene a funcionar como objeto fetiche "lo sé, sé que son otros los problemas, pero sin embargo es la droga". Esto se puede comprobar no sólo en el discurso social sino y también en los mismos consumidores, que insisten en una identificación a este objeto más allá del compromiso con la sustancia, ya que a un adicto lo único que se le pide es que deje de consumir, todos los demás indicadores de un sujeto activo no son suficientes si no hay abstinencia, porque no hay toxicómano, no hay consumidor, sin el objeto. También los padres y he escuchado a muchos una larga historia de desaveniencias de sus hijos donde lo único que aparece allí es que "todo se debe a la droga".
Entonces si el objeto puede tomar esta decisión de "darle vacaciones al sujeto", ya que durante el tiempo de consumo aparece eximido de las obligaciones sociales, familiares, personales, etc. obviamente renunciar a este objeto todopoderoso, que es más que la droga, será bastante difícil. Ya veremos que esto no quiere decir que el consumidor que opta por la identificación al objeto o el toxicómano en mayor medida aún, estén afuera de las exigencias sociales de la época.
Continuando con la idea de la droga como objeto fetiche, que permite esta operación ideológica fantasmática "lo sé, pero aún...", podríamos decir que el fantasma original, fundamental, esta construcción necesaria de los seres humanos, esta ficción, este mito, es siempre el fantasma de los orígenes, es la "mirada imposible que lo presencia", que presencia el sujeto al objeto, en donde el sujeto como pura mirada se precede a sí mismo y presencia su propio origen. Tiene la estructura de una historia que hay que narrar. El adicto, el toxicómano, el adepto a esta nueva religión, logra este imposible de volver a nacer, que se puede escuchar a través de su relato que aparece así: "cuando tenía trece años, estaba con unos amigos y entonces me convidaron con un porro y a partir de ahí no pude parar, después dejé de ir a la escuela, mi mamá me echó de casa, etc. etc." Es ésta la historia que se cuenta en las propagandas televisivas, y que se repite en cada consultante durante varias entrevistas. Así también de parte de los padres. "la historia empieza cuando este hijo probó la droga, la mayoría de las veces a causa de las juntas".
Llena con este nuevo nacimiento el sentido de la historia de la que prefiere no saber. O aún más logra dar cuenta de su propio origen, no a través de un mito que implica siempre el fracaso de dar cuenta de este origen, porque siempre hay un velo detrás del velo, sino de los hechos, de la comprobación fáctica de su historia que se escribe con el cuerpo o con el ser.
Sin duda que como indicación clínica éste es el fantasma que en primer lugar hay que atravesar, que como formación fantasmática construida sobre el objeto vampirizante, en tanto cobra vida consumiendo al sujeto que consume retornará vía lo real, como repetición de más de lo mismo y no vía síntoma en tanto que retorno de lo reprimido. El síntoma sólo aparecerá como indicador de un malestar del sujeto cuando en el atravesamiento de este primer fantasma pueda aparecer algún significante que pueda dar algún sentido retroactivo, otorgando una cierta apertura a la historia no contada.
Por ello da tanto trabajo abordar el tratamiento en un consumidor con-sustanciado con la droga, tomado por todos los atributos del objeto y más aún en un toxicómano, donde a veces el objeto aparece como la Cosa en sí, y en un primer tiempo podría afirmar que son los tratantes quienes trabajan por extraer al sujeto de vacaciones.
Cuando hablo de indicación clínica no me refiero a un dispositivo tan sólo individual. Apostar a un sujeto que se presenta como "desaparecido" implica generalmente "dar sentido" y para esto los espacios grupales me parecen adecuados, por lo menos en un primer momento.
Los tratamientos ofrecidos por las comunidades terapéuticas, que como su nombre lo indica son un tratamiento en comunidad, es decir con otros, y es en este sentido que aparecen como más contenedores para llevar adelante un tratamiento, presentan la dificultad, por lo menos en lo que hace a mi experiencia, de tomar este segundo fantasma al que hacía referencia como el único, es decir que hay un reacomodamiento entre el sujeto y este objeto (la droga) pero sin perder su consistencia de vampiro, sigue siendo un objeto vivo, capaz de chupar al sujeto en cualquier momento. Esto se puede comprobar en los resultados de los tratamientos y además cuando se nombran como "adicto recuperado" o "ex-adicto", donde aparece a la vista que lo que le da nombre a este sujeto sigue siendo el mismo objeto. Y en términos del fantasma social del origen de la droga, más que de la droga, de su esplendor y popularización del consumo, por lo menos en lo que hace a esta Argentina globalizada, se podría decir aparece en los ´90, que es la década que sigue a la llamada década perdida, la década del ´80. Y con un poco de mayor atrevimiento diría que la droga como objeto cuenta con los atributos que permiten renovar la ficción del "contrato social" no ante la opción del capitalismo, sino frente a la mirada fracasante del socialismo real, es decir la opción democrática desdibujada por el mercado y el consumo.
Esto no ha sucedido sin marcas, el paso por la ilusión del socialismo real que también fue globalizante, por lo menos en lo que hace a términos ideológicos o de ideas, esta opción por el capitalismo parece contener la seguridad, quizás la certeza de que en sus principios su "ley es injusta". Es decir ya no puede ser el capitalismo igual a su situación anterior, ya no puede producir los mismos sujetos, ni los mismos objetos, antes de haber sido cuestionado por el socialismo real que fue quien demostró las injusticias de sus principios. Se lo acepta, pero sobre la base de que es injusto en términos económicos: porque todos deseamos lo mismo que está en la góndola, pero sólo algunos pueden gozar de ello. Y al ser las injustas leyes del mercado, aquellas que regirán el resto de las esferas: lo jurídico, lo político, lo estatal, la familia, etc., las leyes de estas esferas también están cuestionadas, también estarán denotadas de injustas.
Kant sostiene que "no se pueden alcanzar los oscuros orígenes de la ley, del orden legítimo, porque no debes hacerlo. Es decir que Kant prohíbe formalmente la exploración de los orígenes del orden legítimo, sosteniendo que esa operación nos pone a priori al margen de dicho orden; cancela su propia validez al hacer que dependa de circunstancias históricas -empíricas: no podemos sostener que la ley se origina en alguna violencia sin ley y, al mismo tiempo, seguir sujetos a ella. En cuanto la ley es reducida a sus orígenes sin ley, se suspende toda su validez"1.
Entonces esta ley del mercado y el consumo es la que ordena el resto de las esferas dependiendo éstas leyes, las del mercado, de las circunstancias históricas-empíricas, por lo que podría sostenerse que la Ley ha tomado la "forma relativa de la mercancía".2
Es así que la democracia: sistema político-social que se funda en la ley como garantía de la conviviencia, aparece como en un segundo plano.
Entonces esta ficción, este fantasma debe recubrir el acto "patológico" según Kant, donde la verdad final sobre el reinado de la ley es siempre la verdad de una usurpación; debe quedar forcluída, reprimida de tal modo que debe engañar al sujeto para que esta ley sea vivida como auténtica y verdadera.
Esta ficción de la ley que hoy encontramos cuenta con esta relatividad. En términos kantianos sería el imperativo hipotético, dependiendo su cumplimiento de las circunstancias históricas-empíricas, coincidente con este segundo fantasma que crea el toxicómano o adicto.
Si en la lógica de la dialéctica del amo y el esclavo se sostiene la tautología: a es a, el imperativo lógico de la ley económica es: a depende de b.
Por lo que queda en entredicho: el rey es el rey, el juez es el juez, el policía es el policía, el juez debe ganarse un nombre para ser respetado como juez, ya no alcanza con la investidura del cargo, un padre ya no es un padre que tiene autoridad por el hecho de serlo, sino a costa de ganársela.
Es a través de la idea de injusticia y relatividad de la ley que se da cumplimiento a ella.
Si hay algo que frecuentemente se escucha de los padres de los jóvenes son sus quejas por la falta de límites de sus hijos y el rechazo o la evitación de estos padres al acto doloroso y violento de decir que no, de decir que no, porque es no. Este acto que no tiene lugar en la crianza, que evita el trabajo y el dolor del presente, retornará en lo real con la misma violencia que en su momento se evitó. Por esto aparece esta apelación permanente a lo terapéutico, capaz de pacificar, de cuidar, de servir, de curar pero con el pedido encubierto de la no prohibición de lo imposible.
Los pobres no son pobres porque son pobres, consecuencia de la ruptura de la tautología de la identidad con el "sigo-mismo". Los pobres son pobres porque este sistema injusto genera pobreza y esta verdad que ya está revelada, produce sujetos que actuarán de acuerdo a esta verdad.
Por último me gustaría decir que la "droga" en la Argentina produce más problemas con relación a la "droga" que a la "toxicomanía"¿Cómo es esto? En Europa y en EE.UU. los efectos de este objeto y así también lo demuestra la atención que se brinda, provoca mayores inconvenientes en términos de salud: la toxicomanía como categoría que pertenece al ámbito de la salud. En cambio en América Latina y en Argentina, a pesar de debatirnos para que tome la forma del primer mundo, provoca problemas sociales mucho más con relación a la delincuencia, porque la organización alrededor de este objeto está al margen de la ley jurídica pero dentro del mercado, tomando la forma delincuencia con relación a la organización mafiosa que implica su producción, industrialización, comercialización y consumo. Por lo que en este sentido Argentina está más cerca de los problemas que genera la droga en Colombia, que en España o Suiza.
Entonces si la droga como objeto fetiche, como flagelo permite vestir, enmascarar, cerrar lo que no cierra y que por otro lado nunca cerró, socialmente será y lo es, un objeto privilegiado, explica por sí mismo los males de la época. Y justamente cierra de tal modo que evita producir un malestar, un síntoma social. Por eso decía que el adicto cumple con las exigencias sociales, ofrece su cuerpo o su ser para el sufrimiento que todavía no puede ser.
Paraná, agosto de 1999.Gladis Martinez1 Zizek: El goce como factor político. Ed. Paidos. 1998.2 Carlos Marx y Federico Engels: Escritos económicos varios. Ed. Juan Grijalbo. Méjico 1996.
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Documento presentado en las Jornadas de Actualización en Toxicomanías organizadas por el Hospital Neuropsiquiátrico “Liniers” de Rosario del Tala (Entre Ríos), los días 26 y 27 de agosto de 1999.

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